Desquiciado, roto por dentro y profundamente enamorado. Así está Ferit desde que firmó los papeles del divorcio, incapaz de aceptar que su historia con Seyran ha llegado a su fin. Sin poder gestionarlo, decide romper con todo y pide matrimonio a Pelin, no por amor, sino como un golpe directo a su todavía esposa… y a sí mismo.
En la mansión todos son conscientes de los errores que está cometiendo y del modo en que está poniendo en riesgo su propio futuro. Pero ya nada puede detenerlo. Ferit responsabiliza a su familia de no haber hecho nada por impedir el divorcio -incluso de haberlo alentado- y de imponer unas normas que acabaron destrozando su matrimonio. Por eso, ha tomado una decisión: a partir de ahora, solo se dejará guiar por su instinto.

Ese instinto lo lleva a despreciar y humillar a quienes viven en la casa. Se ha vuelto contra todos. Mientras tanto, Ifakat, Zerrin y Pelin celebran lo que consideran una victoria. Están más cerca que nunca de lograr su objetivo.