En medio de esta tormenta de emociones, Kazim y Tarik, irritados y protectores, se enfrentaron a Ferit con una advertencia clara: que no se acercara nuevamente a Seyran. Pero Ferit, implacable, respondió con furia, recriminando a su suegro por haber “vendido” a su hija a un hombre que consideraba indigno de ella. “Seyran no es solo tu hija, es mi esposa, y tengo todo el derecho de verla cuando me plazca”, le dijo, dejando claro que no acataría ninguna orden. No satisfecho con este enfrentamiento, Ferit les confesó su intención de casarse con Pelin en segundas nupcias, con la promesa de que, después del matrimonio, desaparecerían de sus vidas para siempre.
Cuando Ferit llegó a la mansión acompañado de Pelin y anunció su compromiso, las palabras cayeron sobre Gülgün como una pesada losa de agua fría. La madre, preocupada y llena de amor, le imploró que no siguiera por ese camino, rogándole que no se hiciera más daño. “Sé que amas a Seyran”, le dijo con voz temblorosa, “¿quieres vivir una vida de infelicidad? Estaré a tu lado, siempre seré tu madre, pero si te casas con Pelin, no esperes que pueda consolarte ni hablar de Seyran”. La angustia de Gülgün, nacida del dolor de ver a su hijo sumido en una decisión tan destructiva, se mezcló con la impotencia de saber que nada podía cambiar la mente de Ferit.