Ferit se ha presentado de madrugada en casa de Kazim tras haberse bebido varias botellas. Medio borracho, destrozado por dentro, no ha podido quedarse en silencio ni un minuto más. Ha llegado pidiendo ver a Seyran, preocupado por su desmayo y por no saber nada de ella en todo el día.
Kazim, nada comprensivo, le ha pedido que se marchara. Le ha recordado que la historia con su hija ya ha terminado en los juzgados. Pero Ferit no ha retrocedido. Llorando, le ha hablado desde el corazón: “Te quería como a un padre… daría cualquier cosa por ti. A ti, a Hattuç, a Esme y a Suna. Los quiero como a mi propia familia”.
En ese instante, Ferit ha confesado que no puede dejar de pensar en Seyran, que teme que le pase algo. “Si le ocurre algo, no podré vivir. La quiero más que a nada en el mundo”, ha gritado, sin miedo a mostrar su amor.
Desde las esquinas de la casa, Seyran, Esme y Suna han escuchado todo. Kazim no quería permitirle ver a su hija, ni siquiera unos minutos. Pero Seyran, valiente, ha entrado al salón y lo ha interrumpido todo:“Estoy bien”.
Al mirarse, Ferit y Seyran se han abrazado con el alma rota. Se aman, aunque ya no estén casados. Y en medio de tanto dolor, ese amor sigue intacto… y nadie puede apagarlo.
