En el capítulo 38 de Una nueva vida, la calma que parecía asentarse en la mansión Korhan se rompió de forma abrupta durante el desayuno. En un giro inesperado de los acontecimientos, Halis se levantó con voz solemne y mirada decidida, y lanzó una bomba emocional sobre todos los presentes: Nuket, su hija, sería la nueva matriarca de la familia. Su decisión no dio lugar a dudas: “Ella tomará todas las decisiones relacionadas con la mansión. De ahora en adelante, su palabra irá después de la mía”. Con esas palabras, cambió radicalmente el equilibrio de poder dentro del clan.
La noticia cayó como una losa sobre los hombros de Ifakat, que no pudo ocultar su desazón. Su rostro, normalmente imperturbable, mostró la sombra del desconcierto y la traición. Durante años, Ifakat había sido la mujer fuerte de la casa, la que sostenía los hilos en silencio. Pero ahora, su lugar quedaba desplazado. Por su parte, Orhan adoptó una postura inesperadamente pasiva, incluso liberadora: “Seré invisible. Por fin voy a poder vivir como quiero, sin dar explicaciones”, dijo con una sonrisa extrañamente tranquila. Esta actitud marcó el comienzo de un cambio en su vida: se compró una moto, se deshizo de su sobria vestimenta habitual y comenzó a vestirse como un joven rebelde, desafiando las expectativas de su edad y su rol familiar.
Pero la paz fue efímera. Nuket ocultaba un secreto que amenazaba con sacudir aún más la ya frágil estabilidad de la familia. Cuando Halis se acercó a ella en busca de apoyo, la verdad emergió acompañada de lágrimas: Nuket estaba gravemente enferma, y le quedaba poco tiempo de vida. La revelación fue tan dolorosa como inesperada. “Solo quiero que Kaya tenga una familia, que no se quede solo cuando yo no esté”, le confesó, entre sollozos. La enfermedad de Nuket no solo implicaba su desaparición inminente, sino también el destino incierto de su hijo.
Conmovido, Halis le prometió que Kaya siempre tendría un hogar, que lo criaría como a Ferit. Esa promesa, sin embargo, no bastó para calmar las aguas. La presencia de Kaya en la mansión pronto se convirtió en un nuevo foco de tensión, especialmente entre Ferit y Seyran. Las discusiones entre ellos se intensificaron, y Ferit se mostró especialmente hostil hacia el joven. A pesar de los intentos de Seyran por acercarlos, su esposo se negó rotundamente a aceptar a Kaya en su entorno.
Seyran, decidida a evitar más conflictos, buscó un momento a solas con Kaya. Intentó hablarle con el corazón en la mano: “No caigas en sus provocaciones. Hemos vivido cosas muy difíciles. La muerte de Fuat, el disparo que recibió Ferit, la operación de su brazo… Solo te pido que seas comprensivo”. Sus palabras pretendían ser un bálsamo, un intento desesperado por impedir que la rivalidad familiar tomara un rumbo violento. Pero no sirvieron de mucho.
Kaya, en lugar de guardar lo que escuchó, corrió a contárselo a Ferit. Lo acusó de haberlo eludido, de no haber querido hablar directamente con él: “Podías haber hablado conmigo, en vez de enviarme a tu esposa”, le reclamó, con tono dolido. Ferit, sintiéndose traicionado y enfurecido, respondió con violencia: le dio un puñetazo, iniciando una pelea que parecía inevitable. En medio del enfrentamiento, apareció Halis, quien sin mediar palabra cruzó la cara de Ferit con una bofetada fulminante, dejando claro quién seguía teniendo la última palabra.
Herido en su orgullo y con la mejilla ardiendo, Ferit tomó una decisión drástica: abandonar la casa. “No volveré a entrar en tu casa. Sé feliz con tu familia”, declaró con frialdad antes de marcharse sin mirar atrás, dejando tras de sí un vacío difícil de llenar.
Este episodio marca un punto de no retorno en Una nueva vida. Ferit, que hasta ahora había intentado contenerse dentro de los límites familiares, rompió con todo. Su marcha implica el inicio de una nueva guerra interna, no solo con su abuelo Halis, sino también con su pasado, con las expectativas impuestas por su apellido, y con los vínculos emocionales que lo ataban a la mansión.
Mientras tanto, la enfermedad de Nuket actúa como un reloj de arena. El tiempo corre en su contra y su deseo de asegurarle un futuro digno a su hijo se convierte en una prioridad para todos. Sin embargo, en el universo Korhan, los intereses personales y las tensiones acumuladas amenazan con desbaratar cualquier intento de reconciliación.
El capítulo también deja entrever la fractura emocional entre Seyran y Ferit. Aunque ella sigue luchando por mantener viva la relación, los fantasmas del pasado y los conflictos familiares los alejan cada vez más. La sombra de la muerte de Fuat, el dolor de las heridas físicas y emocionales de Ferit, y ahora la inclusión de Kaya como nuevo miembro de la familia, lo cambian todo.
Con Ferit fuera de casa y con la autoridad transferida a una mujer que lucha contra el tiempo y la enfermedad, el futuro de la mansión Korhan pende de un hilo. Las próximas decisiones podrían suponer una renovación completa del entorno familiar o una caída libre hacia el caos. La guerra que Ferit acaba de iniciar no es solo contra su abuelo o su primo, sino también contra una estructura que lleva años oprimiéndolo.
En definitiva, el capítulo 38 de Una nueva vida es una tormenta emocional que lo cambia todo: poder, enfermedad, orgullo, dolor y decisiones que dejan cicatrices. La guerra de Ferit ha comenzado.