Vidas marcadas por un encuentro, testimonios de esperanza, artistas y escritores que dialogan con el momento actual. Hay un lugar en América
“Here begins a new life”, es decir, “aquí empieza una nueva vida”. Ese era el lema de la edición 2025 del New York Encounter, el tradicional encuentro organizado por la comunidad de CL en Estados Unidos, en el corazón de la Gran Manzana, celebrado el pasado fin de semana. Tres días de encuentros, exposiciones y espectáculos que han atraído a visitantes de todos los rincones del país y que cada vez es más valorado por los neoyorquinos. Este año han batido récord de visitas, tanto que el Metropolitan Pavillion se ha quedado pequeño.
La inexorable y a veces irresistible tentación de interpretarlo todo en clave política podría llevarnos a leer la referencia a la obra de Dante Alighieri a la luz de las noticias relacionadas con la presidencia de Donald Trump. Unos ven su segundo mandato como una entrada triunfal en una nueva edad dorada al estilo ‘Maga’ (Make America Great Again), mientras para otros nos asomamos al principio del fin de América tal como la conocemos hasta ahora. Sin embargo, este Encounter se ha confirmado como un lugar de resistencia cultural que intenta, de manera alegre pero obstinada, proponer un punto de vista diferente. Algo que no nace de una visión del mundo como nos gustaría que fuera, sino de lo que ha sucedido o puede suceder en la vida de cada uno. Algo que, sorprendentemente, ofrece una nueva perspectiva.
El Encounter arrancó con una invitación a mantener abierta la puerta del corazón a la esperanza. Esa esperanza que, como recordaba el mensaje a todos los participantes del papa Francisco citando la Bula de convocación del Jubileo Spes non confundit, «anida en el corazón de toda persona».
Entre los invitados del Encounter había personalidades de primer nivel en el panorama cultural americano e internacional, muchos de los cuales dan clase en las mejores universidades del mundo, como Harvard, Yale, el Mit o el CalTech. Pero para entender qué es el Encounter no podemos dejar de partir de la broma de una joven que nació y creció al norte de Kentucky. Emily solo había puesto una condición a su marido antes de casarse: construir su casa en su ciudad natal y quedarse allí. Porque –como nos decía– para alguien que ha nacido al norte de Kentucky es impensable vivir en ninguna otra parte. Porque hay cosas que no son negociables. Sin embargo… «nunca lo habría pensado, pero después de cinco años participando en la vida de la comunidad de CL en Cincinnati, hemos decidido mudarnos allí con nuestros cuatro hijos para estar más cerca de estos amigos que nos han cambiado la vida». Hay algo de revolucionario en esta decisión que, aparentemente, parecería no tener nada que ver con el destino del mundo. Pero es el signo de algo que ha alterado ese individualismo que va grabado en el ADN de la cultura americana.
La historia de Emily tiene el mismo tono épico del relato que inauguró este encuentro, el de Philippe Villeneuve, arquitecto encargado de la restauración de Notre Dame en París. Con entusiasmo gascón, describió su relación con la catedral como una historia de amor, un encuentro con el destino en forma de llamada. En el fondo, una llamada similar a la del papa Francisco invitando al Jubileo como «peregrinos de esperanza». También lo recordó el cardenal Sean O’Malley, arzobispo emérito de Boston. La naturaleza del cristianismo es una experiencia de misericordia que nos permite siempre volver a empezar y decir “aquí empieza una nueva vida”.
Que el Encounter sea un lugar realmente contracultural no significa que no aborde temas de actualidad. Y el tema del día en América es la polarización. Medio país piensa que la otra mitad no es verdaderamente americana. Sobre ello debatieron James Davison Hunter, de la Universidad de Virginia, y Paul Kahn, de Yale. Para ambos, este fenómeno de la división no es más que la consecuencia de un problema más profundo y de naturaleza cultural: la incapacidad de ver en el otro una posibilidad real de confrontación y riqueza.
El otro gran tema es el impacto de la tecnología en nuestra forma de vivir. Lo abordaron Robert Putnam, profesor de Harvard, y Sherry Turkle, del Mit, en un diálogo fascinante que se puede seguir en el canal de YouTube del Encounter.
Entre los encuentros más sorprendentes destaca el de tres estudiosos de Tolkien: Michael Drout, Corey Olsen y Giuseppe Pezzini. Hablaron del concepto de esperanza en la obra del gran autor inglés. Lo que podría haber sido simplemente una conversación culta entre expertos acabó siendo un testimonio de humanidad cuando le preguntaron a Drout de qué forma le sigue ayudando hoy Tolkien. Entonces dejó caer su “máscara” de experto y habló de cuando se encontró a su hijo muerto por sobredosis. «La luz que sale del sepulcro vacío, a la que Tolkien se refiere en varias ocasiones, ha sido lo que me ha permitido seguir adelante. Me ha dado una nueva esperanza».
Otro lugar en el que sería impensable hallar esperanza es Tierra Santa. En un encuentro que los organizadores titularon con una cita de Calvino,«Algo que, en medio del infierno, no es infierno», estaban el padre Ramzi Sidawi, de la Custodia de Tierra Santa, Wafa Farid Musleh, de la asociación Holy Land Living Stones, y el oncólogo de Haifa Hosam Abu Sini. Contaron sus historias, parecidas en cierto modo a la de Emily en el norte de Kentucky, solo que ambientadas en uno de los lugares más golpeados del mundo.
Para la ocasión, también envió un mensaje el patriarca de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa, que leyó monseñor Gabriele Caccia, observador permanente de la Santa Sede en Naciones Unidas. «A los signos de destrucción que nos rodean responden los signos concretos de esperanza que brotan de nuestro espíritu. Las llamas de la tribulación aún no se han apagado. Nuestras heridas y cicatrices no han desaparecido –escribe el patriarca–. Sin embargo, estos signos y estas cicatrices nos indican una forma concreta de vivir que es la misma que nos mostró Cristo sufriente en la Cruz. Puesto que la profundidad de sus heridas es la medida de su amor por nosotros, los signos de esas heridas permanecen en el cuerpo de Cristo resucitado testimoniando que la llama de su amor ha extinguido el fuego del infierno».
Sería bonito describir también con palabras el concierto del pianista Kuok-Wai Lio dedicado a la relación de don Giussani con la música. O intentar dar una idea de la trayectoria del escritor Cormac McCarthy que se puso en escena el sábado por la noche con música original de Jonathan Fields. También se necesitarían varias páginas para explicar la pertinencia en este momento de las exposiciones dedicadas a Boat People, a la Cooperativa de Mondragon, a la serie televisiva Succesion y al camino humano e intelectual de Hannah Arendt. Pero quizá sea mejor dejar espacio a la curiosidad que defraudar con cuatro palabras vacías. Porque una nueva vida nunca puede nacer de palabras vacías.