Esa semana en ‘Una nueva vida’, Ferit, sumido en una rabia silenciosa, cargó contra su familia por la disolución de su matrimonio. “Ojalá pudiera enseñarte a ser un buen padre, a proteger a tu hijo. No abriste la boca, se llevaron a mi esposa y tú te quedaste en silencio”, le lanzó a Orhan, quien, incapaz de soportar el peso de las palabras, abandonó la mansión, dejando a Gülgün atrapada en una maraña de preocupaciones y temores.

En el capítulo 30 de ‘Una nueva vida’, Ifakat, con su mente afilada como un cuchillo, ordenó a Pelin que encontrara a Ferit y lo sedujera, convencida de que, más temprano que tarde, su alma rota se perdería en alguno de esos bares de mala muerte, donde las penas se disuelven en el alcohol. Y así ocurrió. Pelin se presentó en la discoteca, ese antro donde Ferit ahogaba sus lágrimas en licor, mientras Taylan, furtivo como un espectro, capturaba el momento con su cámara, sabedor de que las imágenes serían el festín de los medios. Ferit terminó la noche en la casa de una amiga de Pelin, sus sentidos nublados por el alcohol. Sin embargo, su voluntad seguía intacta: “No me importaba lo que dijeran, nunca me casaría.”
La oscuridad de Tarik se reveló por fin en su más terrible forma. El futuro esposo de Seyran tenía a su exnovia cautiva, drogada, en una habitación que él mantenía bajo llave. La joven, prisionera de su propio sufrimiento, vivió sumida en un constante tormento físico y psicológico, ajena a la fachada perfecta que Tarik proyectaba ante Seyran, ocultando su monstruosidad detrás de una sonrisa perfecta y una mentira bien tejida.