En la mansión Korhan, el lujo ya no basta para ocultar las grietas profundas de una familia que se desmorona desde dentro. El episodio 38 de Una nueva vida marca un antes y un después para Ferit, quien tras años de sometimiento, humillación y falsas apariencias, finalmente toma la decisión más radical: irse. Y no lo hace derrotado, sino humillado, tras el último golpe recibido de su abuelo Halis, quien sin medir consecuencias, ha encendido una mecha imposible de apagar.
Todo comienza con la imposición de nuevos equilibrios de poder. Halis, patriarca de la familia, comete el error de romper sus propias reglas al acoger a Nükhet como nueva anfitriona de la casa y otorgar a Kaya, su nieto recién llegado, el puesto que una vez perteneció a su hijo fallecido Fuat. Esta decisión, lejos de unir a la familia, la fractura aún más. Ferit, testigo de este nuevo orden impuesto, no puede soportar la traición a la memoria de su tío y responde con una frialdad que hiela el ambiente: “Esa silla le pertenece a Fuat”, le dice a Kaya, con firmeza y dolor.
Pero Halis, cegado por su orgullo y arrogancia, responde con violencia simbólica y literal. No solo ignora el reclamo de Ferit, sino que más adelante, en un estallido de tensión familiar, le da una bofetada delante de todos. Ese acto es la gota que colma el vaso. Ferit, humillado y dolido, decide marcharse de la mansión Korhan, dejando atrás el lujo, el apellido y todo aquello que lo ataba. Es su manera de decir: “Basta”.
Mientras tanto, la figura de Talih —la fisioterapeuta de Ferit— empieza a cobrar una importancia inesperada. Su presencia no solo ayuda a Ferit en su recuperación física, sino que también comienza a alterar el ya débil equilibrio emocional de su relación con Seyran. Las miradas entre ambos son tan evidentes que incluso Sultan, siempre presente en la cocina y en los cotilleos, no puede evitar notarlas. Talih representa lo nuevo, lo tentador, lo impredecible. Y en una relación tan desgastada como la de Ferit y Seyran, cualquier chispa puede encender el incendio.
Seyran, por su parte, intenta mediar entre todos: con Kaya, con Halis, incluso con Nükhet. Pero cada intento de reconciliación que ella propone es malinterpretado por Ferit, quien empieza a ver en su esposa una especie de aliada del enemigo. En un momento de rabia, le grita: “¿Eres mi esposa o su abogada?”, revelando así el nivel de desconfianza que ha alcanzado su relación. Lo que un día fue amor, se ha transformado en una maraña de resentimientos, celos y traiciones silenciosas.
La cena familiar, que se suponía un espacio de convivencia, termina por ser el escenario de una explosión. Cuando Kaya acusa a Seyran de manipulación, Ferit no lo tolera. Se levanta y le lanza un puñetazo en pleno rostro. El acto es violento, pero también simbólico: ya no hay vuelta atrás. En lugar de intervenir con sabiduría, Halis responde golpeando a Ferit. La violencia engendra violencia. Y así, Ferit deja la mansión, no como un perdedor, sino como un hombre libre que ha decidido romper con todo.
Pero las preguntas quedan abiertas: ¿seguirá Seyran a Ferit en su exilio voluntario? ¿O se quedará atrapada en la red de deberes y apariencias que la familia Korhan representa? Las decisiones que ambos tomen a partir de ahora definirán no solo su futuro, sino el de toda la serie.
En paralelo, la caída de Halis como figura central de poder abre el camino para nuevos jugadores. Uno de los más peligrosos es Ifakat, la mujer que durante años fue la verdadera anfitriona de la mansión, y que ahora ha sido desplazada por Nükhet. Lejos de rendirse, Ifakat ha comenzado su venganza silenciosa. Ordena a Sultan que altere las bebidas de Seyran con algún ingrediente sospechoso, y empieza a mover piezas para recuperar su lugar perdido. Para ella, cada gesto cuenta: cada palabra, cada reunión, cada sorbo de té es parte de un plan calculado al milímetro.
Ifakat no actúa por rabia, sino por estrategia. Y eso la hace aún más temible. Aunque Halis piense que tiene el control de la situación, lo cierto es que el tablero de juego ya no le pertenece. Nükhet y Kaya, por su parte, no son simples víctimas. Nükhet acepta su rol de anfitriona porque es la única forma de que su hijo sea aceptado como un verdadero Korhan. Y Kaya, impulsado por la ambición y la necesidad de reconocimiento, juega el juego de Halis mientras observa cómo su primo Ferit cae en desgracia.
Lo trágico es que nadie parece ganar realmente. La familia se desmorona entre intrigas, venganzas, amores imposibles y alianzas traicioneras. Halis, que alguna vez fue el símbolo del orden y la fuerza, es ahora un anciano solitario que ha perdido el respeto de todos. La mansión Korhan ya no es un hogar: es un campo de batalla.
Este episodio de Una nueva vida no solo marca un punto de inflexión para Ferit y Seyran, sino que reconfigura todo el tablero familiar. La traición de Halis, la venganza de Ifakat, la irrupción de Talih y la marcha de Ferit son solo las primeras fichas que caen en una cadena de acontecimientos que prometen sacudir la serie por completo. ¿Estamos ante el inicio del fin de los Korhan? ¿O es simplemente el nacimiento de un nuevo orden? Lo cierto es que, después de esto, Una nueva vida ya no volverá a ser igual.