La confianza, una vez rota, no siempre se puede reconstruir. Ferit lo descubre de la peor manera cuando Abidin, su amigo más leal, decide darle la espalda tras una amarga revelación.
Durante días, Abidin no ha hecho más que preguntarle a Ferit por Suna. Tenía el presentimiento de que algo no iba bien. Pero jamás imaginó que Ferit, su hermano de vida, le ocultaba la verdad más dura: Suna ha sido obligada a casarse con Saffet… y él lo sabía.
Cuando Abidin entra al lugar donde Halis ha ordenado encerrar a Ferit, no hay espacio para rodeos. Herido y furioso, le exige respuestas. Ferit intenta justificarse: “No te lo dije para protegerte… para evitarte más sufrimiento. Suna lo eligió.” Pero Abidin ya no puede creerle. Porque, como él mismo le recuerda, ni Suna ni Seyran han podido elegir nunca nada. Todo en sus vidas ha sido decidido por otros.
Entonces, llega el golpe final: Seyran está en Antep. No se fue por voluntad, sino porque le advirtieron que, si escapaba con Ferit, él moriría. Y aún así, Ferit guardó silencio.
En un momento cargado de emoción, Abidin le lanza la verdad más cruda:
“Ve a buscarla. Porque ya no tienes a nadie más. Tu hermano ha muerto. Tu familia está destruida. Yo también me voy. Estás solo.”
Sin una palabra más, le entrega las llaves… y se va. Sin mirar atrás.
Ferit, roto, comprende que ha perdido lo último que le quedaba: su amigo, su lealtad, su única familia.